Cada día se le hacía más difícil despertar; al llegar la mañana todavía se sentía cansado a pesar de que dormía más de lo normal. Por eso tuvo que juntar los últimos gramos de energía que le quedaban para ponerse de pie.
Sus ojos notaron algo raro, una claridad desconocida llenaba la habitación a pesar que las persianas estaban cerradas. Parecía que fuera verano, cerca del mediodía pero no, eran las 7:30 de un día anónimo ( ¿tal vez Jueves? ), a mitad del invierno. No le dio mayor importancia , caminó arrastrando los pies hasta la ducha, giró la llave y maldijo, como lo hacía siempre que se levantaba tarde. Agua fría. Maldijo de nuevo, esta vez al "Programa de racionalización del consumo de energía" que significaba tener electricidad --y, por tanto agua caliente--sólo hasta las 7 de la mañana.
El chorro frío lo desperezó por completo, se enjabonó como pudo, se enjuagó muy rápido y salió tiritando. Parado frente al espejo descubrió una cana furtiva y algunas líneas rojas añadidas sobre el blanco amarillento de sus ojos. Una afeitada veloz, casi en seco y empezó a vestirse. Tenía poco de donde escoger y no perdió tiempo en decidirse y quedar listo para salir, pero antes, el desayuno-
Una taza de café, dos rebanadas de pan y una salchicha. Ahora si, estaba preparado para otro día, rodando cuesta abajo en la rutina.
Tomó su bicicleta y bajó cargándola tres pisos por las escaleras. Abrió la puerta que daba ala calle y quedó paralizado.
No estaba, parecía increíble pero NO ESTABA. Se restregó los ojos. No, no era una ilusión, tampoco era que lo hubieran pintado del mismo tono gris del cielo .No, simplemente, HABIA DESAPARECIDO.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo bajando desde la nuca, alojándose en su estomago, derramándose por sus piernas. ¿Qué había pasado? ¿A dónde se lo habían llevado?. Algo tan grande no se desvanece de repente, de un día para otro porque anoche estaba allí, en su lugar, COMO SIEMPRE.
Alguna vez le había parecido odioso, una presencia incomoda y opresiva pero se le había hecho costumbre verlo ( porque había estado allí toda su vida) y ,casi, le había tomado cariño. Era inevitable después de todo, ya que su presencia se extendía por todas partes y resultaba --de alguna forma inexplicable, tomando en cuenta su apariencia--tranquilizadora.
Y es que, bajo su sombra tenía la sensación de estar seguro, aun que esa misma sombra mantuviera su casa en penumbra, casi todo el día, casi todo el año.
Pero ahora, de improviso, YA NO ESTABA...el muro infinito , amenazador y protector YA NO ESTABA.
Si usaba la razón debía sentirse feliz y, sin embargo no, no se sentía así.
--2--
Ya totalmente convencido de su ausencia sintió curiosidad. Se aventuró a través del espacio vacío que tenía frente a él. Caminó un buen trecho sobre tierra reseca hasta que el suelo comenzó a cubrirse de pasto y de flores, hasta que vio extrañas luces en el horizonte, hasta que tuvo miedo y regresó.
Ni siquiera pensó en ir a trabajar, cargó su bicicleta escaleras arriba y tomó su radio de baterías. Giró la perilla del dial. Nada...tan solo ecos, esos ecos que eran la evidencia que existía algo más allá del muro, al otro lado.
Pasó el día cavilando, poniendo en orden la casa. No había nadie en las calles, ni autos, ni ómnibus, ni trenes. La ciudad sin el muro parecía desnuda, desamparada, muerta.
Las seis de la tarde. ¿Volverá la luz? se preguntó mirando la bombilla que colgaba del techo. El filamento se puso rojizo, amagó apagarse pero retomó fuerzas y adquirió más brillo. Entonces, se abalanzó sobre el televisor. Nada. Unicamente líneas diagonales y ruido de estática.
Se quedó un rato mirando fijamente la pantalla hasta que, sin previo aviso las 525 líneas formaron los rostros desconocidos de una pareja con un aire formal que contradecía la sonrisa que esbozaron en el momento de anunciar, con una inflexión de emoción en sus moduladas voces:
¡¡¡BIENVENIDOS HERMANOS DEL OTRO LADO!!!
El mensaje se repetía también en la radio, acompañado de música que jamás había escuchado y la pantalla se llenó de imágenes de una fiesta que llenaba calles y plazas.
¡¡¡BIENVENIDOS HERMANOS DEL OTRO LADO!!! No se cansaba de repetir la multitud frente a las cámaras.
¿Hermanos? Si hasta ayer éramos desconocidos.
Fue una noche inquieta, insegura, llena de sentimientos ambiguos. Pensó que su madre tenía razón cuando le decía que más vale malo conocido...
--3--
Ahora los dos lados son uno. El espacio vacío que separaba ambos mundos, allí donde estaba el muro también ha desaparecido y su lugar lo ocupa el asfalto lustroso de una autopista de ocho carriles, iluminada y enorme, que abre un camino sin límites que se vislumbren.
Los ecos de antes son la realidad de hoy; no más estática, no más interferencia electrónica. La ciudad, liberada de ataduras, estalla en ofrecimientos, en posibilidades. Nada de "Programas de Racionalización", nada de imposibles, ahora, TODO ES POSIBLE --le dicen.
El viejo edificio que se elevaba en la penumbra del muro se transformó en una brillante torre de cristal y acero, con departamentos llenos de luz que dominan en su altura un panorama fascinante: la urbe que se extiende, aparentemente infinita, como un mar de neón que hipnotiza y seduce entre sonrisas perfectas, cigarrillos a caballo y whisky sobre góndolas.
NO, definitivamente la vida ya no es monótona, la rutina ha desaparecido y ha sido reemplazada por la sensación de nunca saber si lo que hoy fue de un modo lo seguirá siendo mañana.
La soledad nueva es distinta, pero sigue allí, con 900 líneas de alta definición, sonido luminoso y un automóvil lleno de siglas que hace las veces de la bicicleta remota.
Con el sol en la cara o hechizado por los guiños del neón algunas veces se descubre extrañando el viejo muro gris y le parece verlo en la distancia, surgiendo imponente, temiblemente protector, como brazos enormes envolviendo la ciudad, devorando su brillo, devolviéndole la paz de la oscuridad.
--4--
Un recuerdo. Corre la cortina y mira hacia la ventana por la puerta entreabierta del baño.
ALLI ESTÁ. Más alto, oscuro y gris, espantosamente familiar, allí está EL MURO. Sale del baño, se acerca a la ventana, y se queda parado, sin moverse, con la mirada fija en la pared infinita, en medio de una habitación en penumbra, tiritando y sonriendo.