martes, 18 de octubre de 2011

SOLOS EN EL UNIVERSO

Bitácora del Observatorio Plutón, DS/ 2M03456

Hace más de un millón de años los seres humanos salimos de la Tierra y comenzamos a explorar el espacio. Entonces, muchos tenían la idea que íbamos a conocer otros seres y especies, y encontrar un número enorme de mundos habitados. Pero lo limitado de la tecnología de esa época impidió hacer realidad este deseo durante los primeros siglos. Luego de dominar la velocidad de la luz y los secretos de los "agujeros de gusano", y siempre con esa idea en mente, avanzamos ansiosos a través de la galaxia en búsqueda de hacer contacto. Sin importar cuanto tardara en llegar, los humanos seguimos soñando con ese famoso "primer contacto" durante miles de años.

Al empezar la "conquista del espacio" y a lo largo de los primeros milenios, las vidas humanas eran breves, lo que dificultaba viajar fuera de la Galaxia, pero los avances de la ciencia y los secretos que fuimos develando conforme comprendíamos mejor el universo, hicieron que nuestras vidas se hicieran más y más largas hasta volvernos prácticamente inmortales. Cuando el tiempo dejó de ser una limitación descubrimos que el universo, a pesar de su inmensidad, no es infinito y nos dispusimos conocer todos sus confines.

Aunque durante nuestra constante y aventurera expansión por el Universo, se fundaron colonias cada vez más lejanas, los seres humanos seguimos sintiéndonos vinculados a la Tierra y nuestro planeta de origen se convirtió en un santuario, en un lugar de peregrinación al que siempre regresábamos para no perder la esperanza. La tierra con todo y lo maravillosa que era, era un planeta como muchos y no podía ser el único habitado en el universo, pensábamos.

Pero lo cierto fue que en esa búsqueda de cientos de miles de años nunca encontramos otras manifestaciones de vida y finalmente tuvimos que aceptar que estábamos solos, que los humanos éramos los únicos seres vivientes que poblábamos el universo. Los ecos subespaciales, todos los otros aparentes signos de vida extraterrestre que nos hicieron pensar en la existencia de otras civilizaciones y que nos impulsaron a lanzarnos a explorar el cosmos, en realidad procedían de un tiempo anterior y quienes los emitieron alguna vez, habían desaparecido mucho antes que la vida surgiera sobre la Tierra. Al parecer solo una especie habita el universo a la vez en un ciclo de nacimiento expansión y muerte que se ha repetido por eones.

Eso nos llevó a comprender que todo lo que existe, a pesar de la ilusión de eternidad que significa medir el tiempo en milenios, llega tarde o temprano a su fin. Lo comprendimos justo cuando el Sol, la estrella que se siempre fue el símbolo de nuestra civilización cósmica, comenzó su inexorable proceso de extinción convirtiendo a la Tierra en una roca calcinada girando a su alrededor. Fue entonces cuando se estableció este observatorio, ubicado en la órbita de Plutón, desde el cual los peregrinos pueden observar con respeto lo que queda de nuestro planeta madre.

He sido guardián de este observatorio desde hace muchísimo tiempo, pero mi tarea terminará muy pronto. Dentro de sólo unas horas, el Sol estallará arrasando con los últimos vestigios de los planetas que giraban a su alrededor y este observatorio también desaparecerá.

Sin embargo, es posible que no se trate únicamente del fin del viejo planeta azul. Algunos científicos opinan que hay condiciones particulares que permiten prever que la explosión del Sol iniciará una reacción en cadena y toda la Galaxia se conviertirá en un torbellino de materia en ebullición. De ocurrir así, desaparecerá también toda nuestra civilización y únicamente sobrevivirían unas pocas colonias, ubicadas fuera de la Vía Láctea.

Luego de reflexionar, hemos decidido esperar sin intentar escapar del que sea nuestro destino. Después de todo, habiendo explorado ya todo el universo, quedan muy pocos retos y estímulos para seguir existiendo y la muerte puede ser el único territorio desconocido que queda por explorar.

Nacer, crecer, morir...son las leyes del Universo y las acato. Pero, no he podido evitar ceder ante la última tentación de inmortalidad y hacer una última transmisión con la esperanza que quizás, dentro de algunos eones esta emisión subespacial llegará a los oídos de algún ser inteligente y alimentará sus sueños de salir al espacio a buscarnos...

Y el ciclo habrá vuelto a empezar.

Placeres Mediterráneos

La noche del viernes tenía que ser muy especial porque era nuestro “aniversario”; no porque se cumpliera un año de ser pareja, en realidad sólo habían pasado 3 meses pero sentimos que haber logrado estar juntos en medio de tantos problemas era algo que, definitivamente, merecía celebrarse.

Nuestra primera idea fue salir a comer y luego ir a una discoteca pero, ya que mis padres estaban de viaje y teníamos la casa sólo para nosotros, preferimos celebrar con una cena que yo prepararía y pasar la noche juntos, oportunidad que no se nos presentaba con frecuencia. El vino sería su aporte y el “postre” lo prepararíamos entre los dos fue el acuerdo. Por entonces aún no conocía mis dotes en la cocina por lo que me di cuenta que aceptó la idea con cierto recelo, tal vez hubiera preferido que compráramos algo listo. ¿Qué vas a preparar? preguntó, a lo que respondí que sería una sorpresa . Agregó entonces, con aire de sommelier ,que sólo quería saberlo para escoger el vino. Trae uno que vaya bien con pastas, dije para finalizar la pequeña discusión.

El día llegó y, saliendo de trabajar, me fui al supermercado. Tenía planeada un cena mediterránea, con ensalada griega y lasaña, así que me puse a buscar los ingredientes. Una coliflor pequeña y fresca, tomates, albahaca, queso de cabra, aceitunas...fui marcando en mi lista de ingredientes. Faltaban las cebollas. También necesito algunas para la salsa de carne , pensé y puse algunas más en la bolsa. Compré la pasta, me dirigí a la sección de carnes y mandé moler ¾ de kg. de bistec. Compré queso fresco, mozzarella, edam, parmesano y cajamarquino. También jamón, champiñones y pasta de tomate. El aceite de oliva, la leche y demás ingredientes ya los tenía.

Una vez en casa y acomodado en la cocina, empecé la preparación. Puse a hervir el agua para cocinar la pasta para la lasaña y me puse a preparar el tuco, según la receta de mi abuela, cocinando tomates, cebollas y zanahorias enteras con una generosa ración de vino tinto para pasarlas luego por un tamiz . La salsa blanca, en cambio, la preparé usando la licuadora lo que hubiera horrorizado a cualquier chef tradicional.

La pasta ya estaba cocida. Busqué una fuente cuadrada de cerámica , coloqué en el fondo una capa de tuco, una de salsa blanca y las cubrí con las tiras de lasaña. Más tuco y salsa blanca, trozos de queso, jamón y champiñones, otras vez la pasta. Así proseguí hasta que la fuente estuvo llena, la cubrí con queso parmesano rallado y la dejé, esperando el momento preciso para ponerla al horno. Luego, preparé todo para la ensalada. Cociné la coliflor, piqué tomates, cebolla, albahaca y queso. La puse en el refrigerador junto al aliño de aceite de oliva, enebro, naranja y ajo, guardado en una botella.

Dieron las 7 y 30. Los platos están sobre la mesa, también los cubiertos, hay piqueo de queso y aceitunas en el refrigerador. Todo está listo. Hora de subir y arreglarme. Una ducha, perfume, ropa limpia y justo cuando terminaba de acomodarme el pelo por séptima vez antes de que se seque el gel, oí el timbre. Allí estaba.

Entró, nos abrazamos y puso en mis manos tres botellas de vino, dos Tacama Rosé semi-seco y un tinto Asti-Vera. ¿Abrimos una?...Claro, ya venían a la temperatura ideal. Sentados, uno al lado del otro, bebiendo vino y comiendo queso y aceitunas lo pasamos muy bien...tanto que olvidé poner al horno la lasaña. Eran las 9:30 cuando lo recordé. A las 10 toda la casa se había inundado del olor del queso fundido mezclado con perfume de laurel y de orégano. Saqué la ensalada del refrigerador, la rocié con el aliño y la puse sobre la mesa, también coloqué sobre una tabla la fuente de lasaña. Sus ojos brillaban...creo que no pensó jamás que lo que iba a cocinar podría lucir tan bien.

Un compacto con una selección heterodoxa de temas de Vangelis, Nana Moskouri, Maria Callas y Laura Pausini fue nuestra música de fondo. Servimos el vino tinto y empezamos a comer. Había logrado que todo quedara delicioso y pude notar en su rostro la satisfacción y seguro que notó en mi rostro la expresión de triunfo. Los quesos, el tomate, el jamón y la pasta se fundían entremezclando sabores y texturas mediterráneas, para los que la ensalada ya había preparado nuestro paladar. El áspero sabor del tinto acompañaba perfectamente la experiencia .

Creo que jamás he preparado una mejor lasaña. La temperatura, la cocción, los ingredientes todo había alcanzado un equilibrio perfecto Comimos sin hablar demasiado , en una maravillosa comunión gastronómica, intercambiando miradas que expresaban distintos matices de placer: el placer de habernos conocido, de estar juntos esa noche, de compartir esa cena. Miradas que anticipaban los placeres que nos aguardaban el resto de esa noche celebrando, como si fuéramos seres mitológicos recorriendo las colinas de Toscana o danzando en las orillas del Egeo.