jueves, 28 de agosto de 2008

ARENA TIBIA

La noche recién empieza y yo camino descalzo sobre la playa. La arena conserva el recuerdo del día y de la luz y al contacto con sus granos infinitos, se despiertan sensaciones olvidadas, sensaciones que proceden de un tiempo increíblemente lejano, de una noche que aun no ha terminado y que comenzó en esta misma playa poco después del ocaso

Aquel día, había pasado la tarde hundido en pensamientos amargos, soñando con pieles de bronce y mármol, con cuerpos perfectos que permanecerían indiferentes al tiempo. Mas temprano, a media mañana mas o menos, había conocido a Yorgos, el nuevo pupilo y modelo del escultor con quien yo vivía. Me di cuenta de que iba a ser mi reemplazo, tanto en la inspiración de su arte, como en su corazón. Los dioses y héroes que salieran de las manos del artista tendrían sus rasgos y no los míos, como había sido hasta entonces.

Me mire en un espejo y tuve que reconocer que había envejecido. A pesar de mis esfuerzos , mi piel , mi cuerpo de 25 años no podían compararse con la piel y el cuerpo de un jovencito de 16,como Yorgos.

Sentí envidia y rabia. Me parecía que había sido tan solo semanas atrás cuando, coronado de laureles en los juegos, artistas y filósofos me ofrecían obsequios y casi se peleaban por tenerme a su lado. De entre todos había escogido a Práxeles el escultor, porque ofreció darles mi imagen a los Febos, Hermes, Adonis y Ganímedes que salieran de su taller. En ese momento sentí como si aquellas efigies que adornaban los templos y el ágora se rieran de mí. No pude soportarlo y me marche, tome el camino hacia el mar y me quede en la orilla mirando el horizonte, deseando encontrar la manera de que el tiempo se detenga .

El sol se despidió con un festival de colores que hoy puedo recordar conmovido pero que entonces no tomé en cuenta. Llegó la noche y con ella apareció aquel desconocido. Vestía de modo extraño, un poco a la manera de los sármatas . No sé de donde salió pero se sentó a mi lado y me habló. Su voz era encantadora y sus ojos fascinantes. Me contó de las tierras que había conocido, de lo mucho que había vivido. No parecía un anciano y sin embargo hablaba como lo haría un hombre cargado de experiencia y de años. Le hablé de la fugacidad del tiempo, de lo efímeras que son la juventud y la belleza, le conté mi sufrimiento, mi temor de envejecer. Me escuchó con paciencia y con un brillo extraño en la mirada. Cuando hube terminado, tomó mi mano y observándome con una mezcla de ternura y maldad, me ofreció hacerme igual a los dioses, liberarme del tiempo, permitirme conservar mi juventud para siempre.

Al principio no le creí, pero luego me deje llevar por su fascinación y me aferré a la esperanza que me ofrecía. Nuestros cuerpos se unieron en un abrazo, sus manos me acariciaron y pude sentir el deseo en sus labios apretados contra los míos. Aquí, sobre la arena tibia él poseyó mi cuerpo, bebió mi sangre y se llevó mi alma. Se llevó la parte sutil de mi existencia y me dejó solamente la absoluta densidad de los instintos y el peso palpitante de la carne.

No me di cuenta entonces, o quizás no quise darme cuenta, pero había renunciado al día y mi vida iba a desarrollarse en una noche sin fin, en un mundo rojo, bañado por una luz liquida y viscosa que se derramaba sobre una orgía de amantes - víctimas que duró siglos pero que, finalmente, me hastió.

La luna danza sobre las olas haciéndome guiños pálidos y , por alguna razón, ha despertado en mi, deseos de volver a ver al sol bailar sobre esas mismas olas, de sentir su abrazo cálido en mi piel, de llenarme de luz.

Pensé que aquella noche lejana me había liberado de la tiranía del tiempo, pero no fue así, quedé atrapado en él, envuelto en un remolino interminable. Y allí están de nuevo los dioses, los viejos dioses que ya no son mas que ruinas, riéndose, siempre riéndose de mí.

La noche avanza y el velo que cuelga del cielo empieza a perder la profundidad de su color. El instinto me dice que debo ocultarme pero no, hoy no lo haré; he decidido que veinticinco siglos de noche no valen un minuto de luz. Ahora si voy a ser libre, voy a salir del remolino. Por fin he comprendido que la belleza y la vida valen por su brevedad, lo que no cambia esta muerto. El tiempo es un río que debe fluir, es estúpido tratar de detenerlo.

Una línea brillante crece en el horizonte y la luz se hace presente. Espero con ansia sentir el sol en mi cara, entregarme a su abrazo y sus caricias y dejar mi cuerpo arder para recuperar mi alma.



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