Lo primero
que hizo fue revisar el sello y la firma. Eran los correctos. Volvió a
leer para asegurarse que lo había comprendido, que no había leído mal…
OFICIO CIRCULAR NO 19370-MM
Adecuando el sistema administrativo interno del
Ministerio a lo dispuesto por el Decreto Supremo 7659870, se ha dispuesto
que, a partir de la fecha, todos los empleados del ministerio deban
pedir permiso a sus superiores con 3 días de anticipación en los siguientes
casos, sin excepción:
Inasistencia a sus labores por cualquier motivo,
incluso por enfermedad o muerte.
El incumplimiento de lo dispuesto acarreará las
sanciones administrativas del caso.
La
fecha era del día de ayer.
¿Pedir
licencia previa por muerte? se preguntó. Debe haber un error. Lo mejor era
consultar con su jefe. Quizás la daría una felicitación por haber encontrado un
error que de inmediato se corregirá mediante u oficio circular de errata.
Quizás algún torpe mecanografió mal el oficio.
Ordenó
los apeles sobre su escritorio, se levantó de su silla y se dirigió a la
oficina del jefe, ubicada a unos metros a la izquierda por el pasillo. Desde el
fondo un retrato del soberano parecía observarlo. De hecho para eso estaba
allí, como en todas y cada una de las muchas dependencias burocráticas del
Estado, para recordarles que el Soberano estaba allí, había estado y seguiría
estando desde siempre.
Tocó
y el vidrio de la puerta vibró fuerte, como si fuera a caerse. Es obvio que
necesitaba que la reparen, pensó. Como seguro el jefe no había tenido tiempo de
hacerlo, el mismo notificaría más tarde al departamento de mantenimiento para
que emita una resolución y dispongan que se envíe un conserje a reparar la
puerta.
¡Pase!
Entró
y explicó el error que había detectado en el oficio circular repartido esa
misma mañana. El jefe lo miró de arriba abajo y le espetó:
¿Es
que acaso no ha leído Ud., el decreto supremo 7659870? Fue publicado hace 6
días en la Gaceta Oficial. El oficio está correcto. No hay nada que enmendar.
Sin
más que decir, se dio la vuelta y se fue de regreso a su oficina. ¿Pedir
licencia previa por muerte?, se preguntaba ¿cómo puede hacerse eso. Es
imposible.
Ya
en su escritorio se puso a buscar los números pasados de la Gaceta Oficial que
estaban arrumados sin haber sido
abiertos en un cajón. Que mal. Nunca ates se le había pasado leer un decreto
importante. Quizás si leía el reglamento podría entender de qué se trataba eso
de la licencia previa en caso de muerte.
Finalmente
encontró el decreto.
Decreto Supremo 7659870
Considerando:
-
Que el ejemplo del soberano debe inspirar al
pueblo y es necesario adecuar la administración del reino a lo establecido en
la Bula Imperial 34091
-
La necesidad impostergable de poner orden en la
administración del reino para que los puestos
en las oficinas públicas no se encuentren nunca sin su titular.
-
La necesidad de centralizar la información
respecto adonde están y que hacen los funcionarios públicos en todo momento.
Se dispone:
-
Establecer un sistema de registro de los actos de
los funcionarios públicos.
-
Todos los funcionarios públicos estarán obligados
a solicitar licencia previa en caso deban ausentarse de sus puestos por
cualquier razón, enfermedad o muerte.
Regístrese, comuníquese y publíquese.
|
El
Decreto no daba una verdadera razón para lo de la licencia. Tal y como suele
suceder en las leyes una norma remite a otra y esta a su vez a otra…. ¿La Bula
Imperial 34091? Habrá que buscarla, se dijo. No podía entender cómo es que
alguien debía o de alguna manera podía, pedir licencia previa para morir.
Las
bulas imperiales no se publican en la Gaceta Oficial, tendría que ir a buscarla
en el Archivo Real. Pasó el resto del día haciendo su trabajo, poniendo sellos,
firmando muchísimos documentos, la mayoría informes provenientes de todas las
provincias del reino en los que se daba cuenta del uso de lapiceros, se
solicitaba que se reparen goteras o sillas, se pedía licencia para tener un
hijo…
Si
lo pensaba bien, en la administración pública se solicitaba licencia y se informaba de todo lo que se hacía. El
mismo, al terminar el día, haría un informe sobre la cantidad de expedientes
tramitados y solicitaría licencia para abandonar el ministerio e ir a su casa.
El oficio circular otorgando a todos los empleados que lo habían solicitado
licencia para salir, era entregado a las 6.00 PM. Si alguien había olvidado
hacerlo, tendría que quedarse en el ministerio hasta el otro día ya que las
puertas se sellarían a las 6:15.
Sin
embargo, ¿licencia para morir?...sonaba excesivo.
A
las 6:45 llegó frente al Archivo Real. Un enorme edifico de piedra gris, sin
ventanas y solo decorado por unas gárgolas que asomaban sus monstruosas caras
bajo el tejado azul oscuro. Entró subiendo unas escaleras angostas que daban
acceso a una puerta estrecha. Solicitó permiso para ingresar y revisar
documentos. Le dijeron que hiciera una solicitud y regresara al día siguiente.
Eso hizo.
En
casa le esperaban su esposa y su hijo. Era lunes así que comerían pollo con guisantes. Lo
sabía porque el mismo llenó el informe de lo que cenarían durante la semana y
lo dejó de camino al ministerio esa mañana.
Al
entrar, el gran retrato del soberano volvió a mirarlo. Le pareció notar algo
distinto en la imagen a pesar que sabía que era sólo una copia de las millones
de copias que se distribuían cada año y debían colocarse, so pena de multa, en
todas las habitaciones de todas las casas de todo el reino.
Cenó.
Ayudó a su mujer a secar los platos y luego leyó a su hijo un cuento sobre
cuando el soberano conoció a la que fue su esposa en una pequeña aldea en las
montañas. La reina había muerto hace años pero no se lo dijo al niño. Ya se
enteraría en el momento debido.
Al
día siguiente volvió al trabajo. Tenía tantas ansias que fueran las 6:00 que
apenas entró, a las 9:05, llenó su solicitud para obtener licencia de salir.
Esta
vez llegó a las 6:35 al Archivo. Había
corrido todo el camino. Lo dejaron entrar y solicitó el volumen con las bulas
imperiales del último año. Había solo 3. Buscó la que le interesaba.
Leyó
el texto una y otra vez. Las palabras que leyó lo dejaron como hipnotizado. A
las 7:25 salió del edificio del archivo.
Caminó
por la acera y cruzó la calle en la esquina de la plaza.
No notó que el tranvía doblaba la esquina.
Se
oyó un chirrido metálico, luego un golpe.
Lo
último que pensó fue en cuáles serian “las sanciones administrativas del caso”
por haber muerto sin pedir licencia.
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