viernes, 9 de agosto de 2013

EL TREN DE MEDIANOCHE


Paseo de un lado al otro de la estación. Tengo frio. Miro  el tablero que dice que el tren debe llegar en 7 minutos. Reviso en mis bolsillos y sólo encuentro lo que ya sabía que estaba allí: el boleto del tren y unas cuantas monedas; las  cuento con la esperanza de que entre todas alcancen para un café.

El primer sorbo caliente del líquido que llena el vaso de cartón me reanima. Miro nuevamente el panel. Dos minutos. El sonido inconfundible del tren acercándose   hace que la gente que esperaba adormilada en los asientos se ponga en movimiento. Yo también. Termino el último sorbo de café justo en el momento en que se abren las puertas del tren y algunas personas descienden. Dejo el vaso en el tacho. Agarro mi mochila y  me trepo al tren.

Avanzo por el vagón buscando mi asiento. Allí está. Hummm…hay un hombre sentado a mi lado…espero que se duerma pronto y no tenga ganas de hablar. Me acomodo en el asiento, abrazando mi mochila para que me proteja del frio. Me bajo la gorra hasta casi cubrirme las orejas y los ojos.

El tren se pone en movimiento. El tren de medianoche, cuando salga el sol habré dejado atrás este pequeño pueblo y el eco de las palabras que  hicieron mi vida un pequeño infierno. Nunca debí decir que lo amaba, ¿cómo se me ocurre? Un chico “normal” no se enamora de un actor de televisión…ni llena las paredes  de su cuarto con afiches de una serie de televisión en la que el actúa.  NO. Nunca. Y, por supuesto, un chico “normal” no llora al oír la noticia de su muerte. Si, lo hice todo mal…quizás en la ciudad las cosas serán distintas, quizás allá nadie cuestionará  la música que me gusta, la ropa que uso…ni que me gusten los chicos.

Y, sin embargo no me arrepiento. Si no hubiera sido por él no hubiera podido resistir ser diferente y vivir negando mis sentimientos. Una vez por semana  durante 22  semanas los últimos 4 años  él fue mi amor platónico, mi hermano, mi amigo…mi novio. Imaginaba que un día le daría la mano y le diría lo mucho que lo admiro y lo mucho que me ayudó sin saberlo. Tenía derecho a llorar al oír la noticia de su muerte.

El extraño a mi lado me mira…o  eso creo. Tiene una sonrisa  que inspira confianza  y una mirada cálida… o…¿es mi imaginación?

Las horas pasan…duermo por ratos…a veces me imagino que uno de los pasajeros es él y que de pronto empezará a cantar  y me dirá que no soy un perdedor, que soy maravilloso, así tal como soy y que  yo cantaré  también y que contestaré que sí, que no voy a dejar de creer y que vamos a vivir juntos mil aventuras, mientras somos jóvenes… Y entonces, la música se detiene en seco y vuelvo a   la realidad del vagón en semi-penumbra, del el eco de los ronquidos y el sonido rítmico de las ruedas sobre los rieles.

Y siento miedo. El extraño está dormido. ¿Qué pasará mañana cuando llegue a la ciudad?  ¿Bajaré en la estación y sonará la música y cantaré en Times  Square y bailaré por la Quinta Avenida?  O, sólo no sabré adonde ir y me sentaré a llorar en un parque sintiendo hambre y frio?

Por la ventana veo como el negro de la noche pierde intensidad, como el brillo delas luces lejanas crece y como del mar emerge una ballena erizada de acero y cristal. Y en el sol se disipa poco a poco la niebla y el vagón se llena de movimiento. La gente guarda sus cobijas, toma sus maletas.  El extraño también.

El tren se detiene. Ha concluido el viaje del tren de la medianoche.

Recorro la estación buscando una puerta...cualquier puerta. Cientos de personas en el salón caminan como si tuvieran que llegar a algún lugar… ¿cualquier lugar? En verdad no sé a dónde ir. Miro la puerta y el bulevar lleno de extraños...un mundo bullicioso que crece ante mis ojos.

“¿Alguien te espera? , ¿Tienes a dónde ir?”. El extraño que bajó a mi lado me hace esas preguntas y yo respondo moviendo la cabeza: NO.

“Te puedo ayudar. Parece que es la primera vez que vienes a la ciudad. Eres además muy joven…”. Tengo más de 18…

“Bueno, si quieres te puedo llevar a un lugar  donde puedes quedarte  mientras consigues trabajo”. Está bien.

Ni Times Square, ni la Quinta Avenida están cerca… ¿estarán acaso en otra ciudad? No hay música pero si mucho ruido…palabras que no entiendo, bocinas… Caminamos algunas cuadras. El extraño me hace preguntas.  A estas alturas al menos debía decirme su nombre. Se lo pregunto y el responde. Es un nombre como cualquier otro...no me dice nada.

La luz ha borrado las sombras del bulevar y también de las calles por las que avanzamos...calles que se parecen unas a otras, calles que que parecen ir a ningun lado.

Quisiera que la música empezara a sonar. ¿Cuándo  será hora  de empezar a cantar y a bailar? ¿Cuándo es que todo va a girar en un travelling circular para mostrar que he llegado a conquistar la ciudad?

Un edificio antiguo, un mostrador apolillado, unas llaves con un gran trozo de plástico atado a ellas con un cordel. Sigo al extraño, sin decir nada...No quiero mirar atrás.


Tengo tanto sueño.
Las horas son todas iguales.
Tengo tanta sed.
Pero no tengo ganas de levantarme.
Los dias son todos iguales.
…quizás lo haga mañana.
…quizás cuando salga el sol.
o… cuando vuelva el extraño, que ya no es extraño ¿cómo podría serlo?
Si pudiera recordar ahora una canción, una que me anime.
Si pudiera recordar su rostro y sentir que me habla y me dice que nada fue real, que todavía soy sólo un chico de pueblo que espera hacer realidad sus sueños de adolescente.
Si solo pudiera escucharlo decir que nunca tomé aquel tren.

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